N: - Los veranos del sur son excelentes para experimentar el primer amor, cargado de dudas y advertencias. Noah y Allie son una hermosísima y convincente foto sobre dos jóvenes viajando por el largo camino sin pensar en las consecuencias.

A: - Estaban enamorados?

N: - Sí, claro que si.

A: - Qué bien. Son lindas esas historias.

Era un romance complicado: él era un muchacho de campo, ella venía de la ciudad; ella tenía el mundo a sus pies, mientras él luchaba por tener al menos algunas vanas oportunidades. En algunas cosas no coincidian; de hecho, rara vez se ponían de acuerdo en algo. Se la pasaban discutiendo y peleando todo el tiempo. Pero enseguida se hablaban como si nada hubiera pasado y, a pesar de sus grandes diferencias, tenían en común algo muy importante: estaban locamente enamorados.

A: - Y la dejó?

N: - Sí.

A:- Ella debe haber quedado devastada.

N:- Así fue.

A:- Él solo trataba de hacer bien las cosas.

N:- Sí.

A:- Pero pudo haber hecho algo, nose, mandar a los padres al infierno, lejos, en donde jamás vieran la luz del sol.

N:-Sí, es verdad. Probablemente lo hizo.

Al siguiente día, cuando Allie despertó, se dio cuenta que su mundo había cambiado completamente. Los romances de verano acaban por infinidad de circunstancias. Pero después de todo ellos tienen algo en común: son como estrellas fugaces. Tienen un comienzo emocionante, momentos espectaculares que te hacen sentir en el cielo, que aparentan dirigirse hacia la eternidad y en ese camino, se pierden... Noah estaba desesperado. Le escribió a Allie para que lo perdonara por la estupidez de haber terminado, le escribió para confiarle que la seguía amando y decirle que moría por verla. Y si le respondía, él iría a donde estuviera ella. Él le escribió diariamente una carta durante un año: 365 cartas. Pero ni una sola fue contestada. Finalmente, después de un año de silencio, Noah decidió dejar todo y comenzar una nueva vida. Él escribió una última carta de despedida y junto con Fin empacaron maletas y se fueron a Atlanta.