- ¿Qué oíste? -Los ojos dorados se suavizaron.
- Dijiste que me querías.
- Eso ya lo sabías -le recordé, hundí mi cabeza sobre su hombro.
- Da lo mismo, es agradable oírlo.Oculté la cara contra su hombro.
- Te quiero -susurré.
- Ahora tú eres mi vida -se limitó a contestar.
—Eres interesante cuando duermes —explicó con total naturalidad—. Hablas en sueños....—No te acomplejes —me susurró al oído——. Si pudiera soñar, sería contigo. Y no me avergonzaría de ello....»Y en ese momento —susurró—, pronunciaste mi nombre en sueños. Lo dijiste con tal claridad que por un momento creí que te habías despertado, pero te diste la vuelta, inquieta, musitaste mi nombre otra vez y suspiraste. Un sentimiento desconcertante y asombroso recorrió mi cuerpo. Y supe que no te podía ignorar por más tiempo.
"La tercera opción era que Edward me amaba. El vínculo establecido entre nosotros dos era de los que ni la ausencia ni la distancia ni el tiempo podían romper, y no importaba que él pudiera ser más especial, hermoso, brillante o perfecto que yo, él estaba tan irremediablemente atado como yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que él siempre iba a ser mío".
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