Ese día se miraron de lejos, y sí se reconocieron. Reconocieron, cada uno para si, que alguna vez se quisieron de verdad. Pero él nunca fue muy cómodo y ella lo dejaría pasar una vez más. Igual la vida es tan calesita que se encontrarían tarde o temprano peleándose por subir a un caballito de color. Ninguno de los dos sabía todavía que era mejor quedarse quieto, mirar de afuera y esperar la vuelta que traería de nuevo la mirada amada.
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